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 Sediento De Vida MP3 - William Marrion Branham

60-0304

Cita del Mensaje de William Marrion Branham:
Y cómo es que esta gran Columna de Fuego, el Angel de Dios, el Logos que salió de Dios, que guió a los hijos de Israel a través del desierto, cuando vino entre el pueblo, Ella misma se repartió, y grandes llamas de fuego empezaron a asentarse sobre cada uno a medida que la Columna de Fuego empezó a repartirse y a... Dios repartiéndose El mismo entre Su pueblo. ¡Oh, eso debería hacer pedazos el corazón de cualquiera! Dios haciéndose El mismo pedazos para que El mismo pudiera repartirse un poquitito en cada uno de nosotros, para que todos juntos... ¿Ven Uds. lo que significa? ¿Pueden ver Uds. ahora porqué yo me estoy parando por la unión de toda iglesia, toda iglesia del Evangelio completo, de todo creyente? Debemos ser de un solo corazón, una sola mente, y unánimes. No importa cuánto diferenciamos en las Escrituras; eso pudiera ser... Uno pudiera ver esto de esa manera, o... eso no tiene nada que ver con ello. Pero en principio, debemos pararnos como un grande y poderoso ejército de Dios, marchando hacia adelante, porque cada uno de Uds. en su peculiaridad, Dios ha probado que El está ignorando su doctrina, porque El le dio a Ud. el Espíritu Santo. Y la Biblia dice: “El dio... les ha dado el Espíritu Santo a quienes le obedecen” Ahora, si yo lo obedecí a El en mi manera peculiar, y Ud. lo obedeció a El en su manera peculiar, El nos dio a ambos el Espíritu Santo, así que debemos ser lo suficiente hermanos y hermanas Cristianos como para tomar las armas juntos y marchar hacia adelante por un solo gran propósito: el Evangelio.

Oh, cómo pienso yo de Dios repartiéndose El mismo para que El pudiera sacar de adentro de Su gran alma y vaciar una pequeña cucharada en mí, y extenderse y vaciar una cucharada en Ud., y en Ud., y en Ud., y en Ud., El mismo repartiéndose, el fuego, el poder limpiador de Dios. Entonces, si Ud. tiene una cucharada, y yo tengo una cucharada, y ambos nos juntamos, tenemos dos cucharadas. Y si cincuenta de nosotros estamos juntos, tenemos cincuenta cucharadas. En donde hay unidad, en donde hay aglomeración, hay seguridad y todo lo demás. Sencillamente es el doble de difícil en la mano del profeta, para quebrar las varas. Dos varas son más difícil de quebrar que una. Y cuando podamos llegar a ese lugar, hermano... Si yo puedo ver suceder eso, yo caminaría aquí arriba de la montaña Lomo de camello, levantaría mis manos y diría: “Sí ven, Señor Jesús. Tómame ahora; todo está terminado”. ¿Ven? Yo estaría listo para irme en ese momento. Cuando yo pueda ver a todas las diferentes personas del Evangelio completo con un solo corazón y unánimes, parados juntos como un solo gran ejército, traerá a Jesucristo a la tierra tan cierto como yo estoy parado aquí. Yo he tratado todo principio que yo sé. Se requerirá que Dios lo haga; eso es todo. ¿Ven?

Yo he venido entre ellos, como... entre los hermanos como un... salido de la iglesia Bautista. Y yo he visto esta gran cosa, y yo nunca he tomado lados con alguna en especial. Sencillamente lo que sea su creencia y todo, yo trato de pararme allí en la brecha y decir: “Somos hermanos”. Nosotros somos hermanos a pesar de todo. Si podemos discernir el espíritu del uno al otro, y darnos cuenta que si un hombre entra, a mí no me interesa a qué iglesia pertenece él, si él tiene el Espíritu de Dios en él, él es mi hermano. Y a mí no me interesa cuán grande es él, y cuán intelectual es él, y cuán poderoso él pueda hablar, si él es un... si él está tratando de lograr la cosa incorrecta, yo–yo no creo que todavía él es mi hermano. Pero depende en lo que él está tratando de hacer. Si él está tratando de salvar almas, o hacer algo por Dios, ese es un hermano. Si él es un Testigo de Jehová, él todavía es mi hermano. Si él es un Pentecostal del grupo de la Santidad, de la Asamblea de Dios, de la Iglesia de Dios, de los Unitarios, de “Los de dos”, de “Los de tres”, o, oh, de lo que pudiera ser, todos son mis hermanos y hermanas. Si tenemos–si tenemos nuestros corazones bien con Dios, tratando de lograr algo para el Reino de Dios... Si nosotros estamos tratando de edificar un reino propio, entonces eso es... entonces Dios no honrará eso.

Yo apenas estaba mirando... Los hermanos probablemente han estado vendiendo estos libros aquí. Yo apenas estaba hojeándolo nerviosamente, hace unos cuantos momentos, y topé con esta fotografía de la Sra. Nightingale. Verdaderamente recuerdo yo eso. Cuando ésa fue tomada... esa... Pero este libro no da el detalle completo de ella. El Sr. Stadsklev imprimió este libro; está muy bien, es un libro muy bueno. Todo está exacto, porque ha estado... ha pasado a través del fuego y de las pruebas. La Sra. Nightingale, miren, ella es un familiar de la difunta Florencia Nightingale. El nombre de esta mujer es Florencia Nightingale, y ella es una enfermera. Pero ella no es, por supuesto, Florencia Nightingale, la que... la fundadora original de la Cruz Roja. Pero ella es de Inglaterra, y es una–una enfermera, y ella es un familiar lejano de la Sra. Florencia Nightingale, la fundadora de la Cruz Roja. La primera vez que yo tuve noticias de ella, yo estaba en Africa. Esta fotografía que Uds. ven aquí de ella, como un esqueleto... Que tuvimos que... El Hermano Gordon Lindsay, cuando nosotros preparamos esa fotografía, tuvimos que poner algo sobre ella ahí, porque ellos sólo tenían una pequeña “garra” [“trapo”–Trad.] amarrada ahí en la mujer, y estaba mucho, muy grave. Así que nosotros pusimos un pedazo de–de algo para cubrir ahí, y tomamos una copia fotostática de la fotografía, para que pudiéramos ponerla en el libro. Esa es ella, cuando yo... Y ella estaba en inanición, y fue aun más de un mes después de que fue tomada esa fotografía, y aquí está ella seis meses después, como enfermera otra vez.

Me gustaría contar esa historia antes que yo empiece esta noche. Me gustaría contarles tocante a ella. Yo estaba... Ella estaba en Suráfrica. ¡Y cómo supo esa mujer que yo iba a Londres!, yo todavía no lo sé. Y cuando el avión aterrizó, el Hermano Lindsay, y yo, y el Hermano Jack Moore, nos bajamos del avión, y el Hermano Baxter... Y empezamos a ir por allí, y yo los oí llamándome a través de un megáfono allí en el aeropuerto internacional en Londres. Y dijeron que yo fuera, y yo envié al Hermano Baxter. El Hermano Baxter regresó con... a mí con un ministro y él dijo: “¿Oyó Ud. alguna vez de una mujer llamada Florencia Nightingale?” Yo dije: “El nombre me suena conocido”. Y yo dije: “Yo no sé”. Y él dijo: “Bueno, ellos la han traído por avión desde Suráfrica, y ella está aquí muriéndose en una ambulancia”. Bueno, hay una gran multitud de gente allá, y yo no podía llegar a ella. Yo dije: “Ud. dígale a ella....” El dijo: “Aquí está el ministro, Ud. hable con él”. Y yo dije: “¿Señor?” El dijo: “Bueno”, dijo.... Yo dije: “¿Tiene ella alguna relación familiar con Florencia Nightingale, la que... la enfermera?” Y él dijo: “Ella–ella es Florencia Nightingale, y es enfermera”. Y dijo: “Pero ella no es la fundadora de la Cruz Roja”. Por supuesto, ella murió, creo que hace cincuenta años o más, quizás cien. Y... No, yo–yo pienso que ella murió como en 1908, o 9, o por allí. Así que “esta es alguna de sus familiares”. Y yo dije: “¿Cuánto tiempo piensa Ud. que ella durará?” El dijo: “Ella probablemente estará muerta si nosotros vamos a la ambulancia en estos momentos”. Dijo: “Ella se está muriendo”. Dijo: “Ellos... Ella ha venido de Suráfrica”. Y dijo: “Señor, ella no es nada más que sólo un montón de huesos”. Bueno, yo dije: “Nosotros vamos a alojarnos, creo yo que dijeron, en el Hotel Picadilly”.

Y el Rey Jorge me había escrito o enviado un telegrama (el cual todavía lo tengo), desde su consejo administrativo, para orar, porque él tenía múltiple esclerosis. Uds. recuerdan eso. Y yo oré por él, y después de la oración, bueno, él–él se puso muy bien, y pudo caminar. Y así que, yo fui allá; yo pensé que conseguiría verlo a él allí. Y así que cuando fuimos al Hotel Picadilly, el ministro vino y me recogió a la mañana siguiente, y fuimos a su parroquia allí detrás de su iglesia en donde ellos tenían a la Sra. Nightingale, con dos enfermeras atendiéndola. Y amigos, yo he visto muchas escenas. Yo he visto gente en las que su rostro había estado comido por el cáncer, al grado que había llegado hasta el cuello. Ellos tenían que poner un pequeño canal aquí en sus gargantas para verter el líquido; simplemente con los dientes, y los huesos comidos... la carne comida de los huesos. Y escenas en la India; yo he visto leprosos acostados allí hasta que no había ni siquiera lo suficiente de ellos para levantar sus manos, y sólo cabos de orejas, y sin nariz, y sólo tornados blancos como una verruga blanca volteada al revés. Niñitos y todo, comidos de lepra, acostados, amontonados uno encima del otro. He visto a niñitos por cientos de ellos, acostados hambrientos en las calles, y sus estomaguitos hinchados por la falta de alimento, una pobre madre acostada al lado de ellos pidiendo un centavo para ayudar a esa persona. Esa es la razón que yo no puedo... Si sería... Si pudiera mendigar, yo mendigaría por ellos. Yo–yo no quiero nada, cuando yo sé que seres humanos por los que Cristo murió, están sufriendo de esa manera. Y hay cientos y cientos de ellos en esta noche, por todas partes alrededor del mundo. Y allí están ellos en esa condición.

Pero cuando yo vi a Florencia Nightingale, ella estaba acostada allí con una sábana sobre ella. Y ella casi no podía mover sus labios, no había carne en sus–sus mejillas. Sus mejillas estaban hundidas, y su frente, aquí... uno... sólo se miraba como un–un esqueleto acostado allí, y la piel se había secado. Ese cáncer se la había comido a ella dejándola en esa condición, sencillamente quitándole a ella su sangre. Y ella continuaba tratando de decir algo. Yo no podía entenderla, y la enfermera se agachó. Y ella dijo: “Yo quiero estrechar su mano”. Y así que la enfermera tuvo que levantar esos huesos y ponerlos en mi mano. Bueno, era exactamente como estar agarrando un esqueleto. Sus brazos tenían probablemente un par de pulgadas de grueso aquí, y su... Ellos pusieron... Ella quería que viera su cuerpo. Y ellos levantaron esa sábana. Era como para quebrarle el corazón a cualquiera. Aun el anillo de la pelvis estaba resaltando de esa manera. Había tanto así de separación ahí. Y sus piernas estaban todas azules, y yo pregunté qué era eso. Sus piernas aquí arriba cerca de su pelvis, probablemente eran como así de gruesas. Y yo dije... Bueno, aquí está en la fotografía que ellos le tomaron. ¿Ven? Y Uds. pueden ver entonces lo que ella era como unas seis semanas después. ¿Ven? Y así que yo–yo miré, y él dijo: “Ellos la alimentaron con glucosa hasta que sus venas se colapsaron”. Y así que entonces, oh, yo dije: “¡Qué cosa! ¿Es Ud. Cristiana?” Y ella me respondió: “Sí”. Y ella.... Ellos se agacharon otra vez, la enfermera, para ver lo que ella iba a decir, y ella dijo: “Que el Hermano Branham le pida al Señor que me permita morir”. ¿Ven? Ella–ella sencillamente se agarró hasta que ya no había nada de qué agarrarse, no... nada sobre qué edificar. Dijo: “Pídanle al Hermano Branham que le pida al Señor que me permita morir”. Yo no podía hacer eso. Ella se miraba como que era una hermosa mujer bastante joven. Así que yo dije: “Oremos”. Y si alguien alguna vez ha estado en Londres, Uds. saben que es uno de los lugares más neblinosos en el mundo cuando se pone neblinoso. Uno casi necesita ir a tientas. Estaba muy neblinoso en esa mañana. Esa es la razón que William Cowper no pudo cometer suicidio; él no pudo encontrar el–el océano cuando él escribió esa famosa alabanza: “Hay una fuente llena con Sangre”. El no pudo encontrar el–el lugar para arrojarse. El– el taxi no pudo llegar al... permitir... océano para que él cometiera suicidio, él mismo ahogarse.

Y–y cuando me arrodillé para orar, primero empecé a orar de esta manera, yo dije: “Dios Todopoderoso, Creador de los cielos y la tierra, Autor de la Vida Eterna, Dador de todos los buenos dones...” Y cuando terminé con eso, había una palomita que voló de alguna parte, y se sentó en el alféizar de esa ventana. Y estaba justamente como así de lejos de mi cabeza. Y la palomita estaba caminando inquietamente de punta a punta haciendo: “Cuu, cuu”. Uds. saben como ellas hacen. Bueno, yo pensé que era una doméstica. Yo sólo pensé que era una palomita doméstica. Yo había estado en Inglaterra sólo como unas veinticuatro horas, o casi ni tanto así; y yo pensé que era una pequeña paloma doméstica. Así que sólo continué orando; yo dije: “Padre Celestial, yo... esta pobre mujer acostada aquí muriéndose, y ella me ha pedido que–que ore para que Tú le quites su vida porque ella como que está más allá de sí misma, y ella no tiene nada sobre qué edificar. Pero Dios, Tú todavía eres el Creador; Tú–Tú todavía eres Dios”. Y esa palomita parecía estar tan inquieta. Y el resto de los ministros quienes estaban orando conmigo, parecía que pararon. Y luego, mientras yo continué orando, cuando yo dije: “Padre, yo pido que Tú seas misericordioso con ella, y si Tú le vas a quitar su vida y no le vas a permitir vivir, entonces permítele irse en paz; permítele ir a estar Contigo ahorita. Pero si es Tu voluntad que Tú le vas a permitir que sea sanada, entonces Padre, permítele que sea sanada”. Y cuando terminé de orar, yo dije: “Amén”, y la palomita se fue a través de la niebla otra vez. Bueno, yo... tan pronto como terminé de orar, el ministro a mi lado, él miró a otro ministro, y él dijo: “¿Te fijaste en esa paloma?” Yo dije: “¿Qué era esa paloma? ¿Es una paloma doméstica?” Dijo: “No. No era doméstica”, el ministro dijo, “era sólo una paloma que actuó rara”. Y al voltearme para decirle a la Sra. Nightingale, y al yo decir: “Bueno, yo pensé que era doméstica”, cuando yo dije eso, algo dijo: “ASI DICE EL SEÑOR”. ¡Oh, hermanos!, y allí sobre casi su féretro en donde ella estaba yaciendo, hubo una visión de ella caminando allí por la calle. Esta es una fotografía aquí de ella, de cómo estaba un poquito después. Eso es lo que yo vi en la visión. Entonces vino: “ASI DICE EL SEÑOR, tú vas a vivir y no vas a morir”. Y cuando yo dije eso, yo pensé: “Esas cosas son tan sobrenaturales; yo no las entiendo. Yo no sé lo que ellas significan”. Y yo salí; creo yo que fue el Hermano Baxter quien me dijo, dijo: “¿Cómo pudiera vivir ella?” Dijo: “Dios tendrá que crear una mujer nueva”. Yo dije: “Bueno, El es capaz de hacerlo sumamente y abundantemente por encima de todo”. Y seis meses desde ese entonces, (después de dos cartas antes de eso), llegó la fotografía, perfectamente normal, saludable, no podían encontrar una traza de cáncer, y ella regresó a la enfermería, y ha sido una enfermera por largo tiempo.

Allá, hace algún tiempo, salió una disputa entre el... un escritor de una revista en Inglaterra, dijo: “Fue una cosa sin escrúpulos que esta mujer... Eso fue un testimonio falso”. Por casualidad yo tenía en mis archivos su propio testimonio. Yo lo envié de nuevo al Sr. Stadsklev. El le tomó una fotocopia de ello y la envió allá, y ella la recibió. Y entonces ella fue a ese hombre que escribía la revista, dijo: “¿Quién dijo que este testimonio no era verdadero?” ¿Ven?, entonces es seguro, cuando uno tiene el propio testimonio de ellos en escrito, entonces es seguro. ¿Ven? Y luego el hombre me escribió de nuevo una carta de disculpa, que decía: “Yo tomé la palabra de alguien más sobre eso”. Yo dije: “Nunca edite nada, señor, basándose en la palabra de alguien más, porque ve lo que ha hecho Ud. aquí ahora. ¿Ve?” Yo dije: “Nunca haga eso”. Pero el testimonio es absolutamente la verdad. Nosotros no lo hubiéramos editado a menos que fuera la verdad. Tiene que ser de esa manera: declarado que es verdad.

Así que, ¿ve Ud.?, el mismo Dios que estuvo con Florencia Nightingale allá, es el mismo Dios que está aquí mismo. El es el Mismo. Y la única cosa... Ud. no tiene que esperar para que se ore por Ud. La única cosa que Ud. tiene que hacer es sólo creer que la obra está terminada. Si Ud. es un pecador, Ud. no tiene que esperar un llamamiento al altar. Allí en donde Ud. está sentado... “Mientras aun hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre los que oían la Palabra”. Ellos estaban listos. Es la condición del corazón. Es la condición de la gente. Ahora, ahorita, si hay una persona enferma aquí, Ud. no tiene que permanecer enferma ni siquiera hasta que yo lea la Escritura. Ud. puede ser sanada en estos momentos, porque Ud. está sanada. La única cosa que la Escritura haría, sería ser–ser un testigo, de decir que Jesús lo dijo. Y si el Espíritu Santo viniera en esta noche, e hiciera un–un gran llamamiento aquí, y llamara a diferentes personas, y... eso no significaría que ellas fueron sanadas. Eso únicamente levantaría la–la fe de las personas para que pudieran aceptar su sanidad, que ya ha sido comprada para ellas. ¿Lo entienden Uds. ahora? Así que para eso es la sanidad.

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