El Dios Inmutable MP3 - William Marrion Branham
60-0326
Cita del Mensaje de William Marrion Branham:
Vea ahora lo que el Espíritu de Dios hizo en José. El aun actuó como Cristo habría de actuar en su parte. El fue odiado por sus hermanos y amado por su padre, porque el Espíritu hizo la diferencia. El fue un hombre espiritual; vio visiones e interpretó sueños. El no hizo esto para su propia gloria; él lo hizo porque tenía algo por dentro: tenía el Espíritu de Dios. El no hubiera ido a donde fue, por su propia cuenta, para ser echado en una cisterna, y dejar a su pobre padre tan anciano, afligiéndose por todos esos años. Fue vendido por casi 30 piezas de plata. Fue sacado de la cisterna y llegó a ser la mano derecha de Faraón, quien en aquel tiempo era el rey de la Tierra. Cuando fue puesto en la cárcel, estuvo en la compañía de un copero y un panadero; uno se perdió y el otro fue salvo, de acuerdo con su predicción, allí mismo en la cárcel.
¿Se ha dado cuenta Ud. que cuando Jesús vino. El fue amado del Padre? Jacob, el padre de José, le dio una ropa de muchos colores: el arco iris; el pacto (Génesis 37). De la misma manera, Dios el Padre, dio a Su Hijo Jesús el Pacto. Después de esto, sus hermanos judíos le odiaron, pero sin causa. No había razón de ser para que le odiaran, porque El era espiritual y fue la Palabra de Dios manifestada. El vino para hacer la voluntad del Padre. El vino para cumplir las Escrituras. El vino para traerles paz.
Pero ellos le entendieron mal, y le odiaron sin causa. No se detuvieron a meditar y a ver qué se proponía hacer, sino que le juzgaron, simplemente, porque El no estuvo de acuerdo con ellos. Ellos dijeron: El se hace Fulano de Tal. Otros dijeron: El se hace Dios. ¡Pero el era Dios! Dios estaba en El. La Biblia dice que Dios estaba, manifestándose al mundo, en Cristo. El fue el Dios de la Gloria manifestando la gloria de Dios.
Veamos a Moisés. El no pudo evitar interponerse delante de Dios. Eso no lo hizo él hipócritamente; él lo hizo porque Dios estaba en él. Como tampoco pudo José dejar de ser lo que era, por cuanto Dios estaba en él, obrando y manifestándose a través del hombre. El nunca lo hizo para su propia gloria.
Si aquellos sacerdotes tan sólo hubieran tenido el discernimiento del Espíritu del cual les estoy hablando en esta mañana, sin importarles cuanto hubieran podido decir los del mundo, acerca de El, entonces le hubieran conocido, si tan sólo se hubieran fijado en la Palabra, y hubieran visto Su propósito. El siempre estaba haciendo aquello que glorificaba al Padre. Ellos dijeron: Este hombre es un gran Sanador. El hace estas cosas. Pero El dijo: Yo de mí mismo no puedo hacer nada sino lo que el Padre me muestra. No soy yo el que hago las obras; es el Padre que mora en mí El que hace las obras. El nunca tomó la gloria para Sí mismo. Ningún siervo de Dios tomaría la gloria o usaría el don de Dios para glorificarse a sí mismo, o para hacer algo así por el estilo, sino que el propósito de su vida sería el de hacer algo para la gloria de Dios. Esta es la razón por la cual Ud. ve esta misma cosa hoy día. Debemos tener discernimiento del Espíritu para ver a la persona y lo que se propone hacer. ¿Estarán tratando de glorificar a Dios, o de glorificarse a sí mismos?
Ahora, el Espíritu de Dios, obrando en el hombre, hace que él se conduzca como Dios. Con razón Jesús dijo: ¿No está escrito, vosotros sois dioses? Y si llamó dioses a aquellos a quienes fue hecha Palabra de Dios, ¿cómo podéis condenarme porque digo que soy Hijo de Dios? (Juan 10:34-36). Uds. pueden ver al Espíritu de Dios en Moisés, porque él era un dios; Moisés era un dios; José era un dios. Los profetas fueron dioses. La Biblia dice que fueron dioses porque ellos se habían rendido completamente al Espíritu de Dios, y por eso obraban para la gloria de Dios. Cuando un hombre está completamente ungido del Espíritu de Dios (ahora deje que esto le penetre hasta debajo de la quinta costilla del lado izquierdo), Dios está obrando en él, en sus hábitos, sus acciones y todo lo demás.
A veces él es juzgado mal. Vea Ud. a David en el Salmo 22. El clamó: Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has dejado? David hablaba como si él mismo fuese aquel hombre: Todos los que me ven, escarnecen de mí; estiran los labios. . .
El estaba tan completamente ungido y rendido a Dios, y la unción estaba sobre él en tal forma, que cuando él clamó por medio del Espíritu de Dios, si alguien hubiera estado cerca, pudiera haber dicho: Mirad a aquél; él cree que alguien le estira los labios. ¿Por qué le ha desamparado Dios?-Pero no era David; era el Espíritu que clamaba a través de él: Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has dejado? Contar puedo todos mis huesos; ellos miran, considérame. . . horadaron mis manos y mis pies. . . Alguien pudo haber dicho: Oiga Ud. a ese hipócrita. ¿Las manos de quién están horadadas? ¿Los pies de quién están horadados?
Así hablaría un hombre intelectual; pero uno que hubiera tenido discernimiento del Espíritu, hubiera sabido que era el Espíritu de Dios el que clamaba en David. Cuando un hombre es ungido por el Espíritu de Dios, el tal actúa como Dios actúa; y la acción de Dios no es para dividirnos sino para unimos, porque somos UNO en Cristo Jesús; y el propósito de Dios es el de juntamos. AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS.
Ahora bien: A los grandes profetas Jesús los llamó dioses, y vemos al Espíritu obrando en ellos. El dijo que eran dioses. Ahora, cuando el Espíritu vino a los profetas, fue por medida; pero cuando vino sobre Aquel Ser Único. Jesús, el cual fue el Hijo de Dios. el Espíritu vino a El .sin medida. En El habitó toda la plenitud de la Divinidad corporalmente, porque El fue el EJEMPLO PEREECTO. Él fue el Dios de la Gloria, manifestando la gloria de Dios al pueblo. Fue Dios en El caminando por doquier. Vea Ud. Su vida. El fue el tema del Antiguo Testamento. Todos los profetas del Antiguo Testamento clamaron, no por sí mismos, sino bajo la unción del Espíritu de Dios. el cual les hizo actuar como dioses: y fue así. que hasta fueron llamados dioses. Y luego, la plenitud de ese Espíritu fue manifestado en Cristo Jesús.
Veamos a David cuando fue destronado, como el rey de Israel, y rechazado por su propio pueblo: como subió al Monte de los Olivos que queda al norte de Jerusalén. y miró hacia atrás sobre la ciudad, y LLORO, porque había sido rechazado. ¿Que era? ERA EL ESPÍRITU DE CRISTO. Quinientos anos después, Jesús, el Hijo de David, estuvo sentado en el mismo monte contemplando la ciudad, también como un rey rechazado, y clamó: ¡Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise juntarte (tus diversas denominaciones y todo lo demás) como la gallina junta sus pollos debajo de sus alas. y no quisiste! ¡Cuántas veces quise! (Mateo 23:37-39).
Ahora, el mismo Espíritu que estaba en David, y que fue manifestado en su plenitud en Jesucristo, está hoy en la iglesia clamando al pueblo: ¡CUANTAS VECES OS QUISE JUNTAR!
Escuche tambiñen el Mensaje A Él Oid
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