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 A El Oíd 60-0806 William Marrion Branham

A El Oíd 60-0806 MP3 - William Marrion Branham

60-0806

Cita del Mensaje de William Marrion Branham:

Dios puso gente en la tierra, al hombre, para controlar la tierra. La Biblia dice que un hombre es un dios. ¿Sabían Uds. eso? Seguro que lo es. Jesús dijo: “¿No está escrito en vuestra ley, vosotros dioses sois? Y si ellos son dioses (los profetas), a quienes la Palabra de Dios vino, ¿cómo me podéis condenar cuando Yo digo: ‘Yo soy el Hijo de Dios?’” ¿Ven? Ellos son–ellos son–ellos son dioses, dioses caídos. Ellos tienen un dominio: la tierra. Ellos deben cuidar de ella. Los árboles, y la vida animal, todo está esperando la manifestación de los hijos de Dios, cuando ellos serán manifestados en la tierra. ¡Oh, ven, Señor Jesús!, es mi oración. ¡Oh, ese gran Milenio cuando ellos serán manifestados! Nos estamos preparando ahora para esa hora que está por venir. La Iglesia se tiene que preparar.

Fíjense, mientras vamos un poquito más adelante. Ahora, si este hijo era un muchacho algo renegado, y él no obedecía al padre, bueno, el–el–el tutor se ruborizaba, y bueno, el padre nunca le podía dar nada. Pero, ¿qué si él era un buen muchacho? Y cuando el padre decía: “¿Cómo está progresando mi hijo?”, oh, el tutor decía: “Padre: ¿sabes qué? Tu hijo es exactamente como tú. El está al tanto de tus negocios. El lo hace exactamente de la manera que tú lo harías. Bueno, todo el reino aquí, puede ver tu reflexión en ese muchacho”. ¡Oh, hermanos! ¡Eso es lo que queremos! ¡Eso es! ¡Reflexiones de Jesucristo!

En los tiempos del pasado, ellos solían tomar el oro y el golpeador lo golpeaba, le sacaba la escoria de él a golpes. Y de la manera que él sabía que la había sacado toda, era cuando su propia reflexión se veía en el oro. El había sacado todo lo sucio de él, y toda la escoria. Y de esa manera Dios lo hace con Su Iglesia. El la golpea con el poder del Evangelio, les dice, les dice otra vez, les da por este lado, y por ese lado, y le saca todo el mundo, y toda la duda, hasta que la reflexión de Jesucristo regresa dentro de la Iglesia, para que la Iglesia pueda ver a Jesucristo, el mismo ayer, hoy, y por los siglos, hasta que podemos ver Su reflexión, la Iglesia moviéndose en el poder de Dios, igual que Jesús se movió cuando estuvo aquí en la tierra. El mismo se está reflejando en la Iglesia.

Entonces cómo el Espíritu Santo puede ir y decir: “¡Oh!, esa Iglesia... [Porción sin grabar en la cinta–Ed.].... bueno, las señales y prodigios y reflexiones de Tu Vida, son perfectas. Ellos están haciendo todo lo que Tú hiciste, exactamente como Tú dijiste. ¡Y qué si están ocupados! Bueno, ahí– ahí están algunos que tienen carácter genuino”. Eso es lo que la Biblia quiere que nosotros hagamos. Eso es lo que Dios quiere que nosotros hagamos. Eso es lo que el Espíritu Santo quiere que nosotros hagamos.

Como les estaba diciendo a Uds. en el desayuno la otra mañana con los hermanos: allá en el sur, en donde solían tener esclavitud, ellos tenían compradores que pasaban por allí y compraban esclavos igual que Uds. compran automóviles en un–un lote de automóviles. Ellos recibían un certificado de venta por ello. Ellos vendían vida humana de esa manera, como esclavos. Dios hizo al hombre; el hombre hizo esclavos. No fue el propósito de Dios que un hombre fuera esclavo del otro, sin importar su raza, color, o credo. Uds. no son esclavos. Uds. son siervos libres de Dios, de nacimiento. El no quiere que nadie sea esclavo, que nada domine sobre nosotros, sino El mismo.

Así que ellos pasaban por allí y compraban un... Quizás un hombre que era alto y fuerte, que tenía una esposa muy pequeña y delgada, lo–lo separaban de ella, y lo cruzaban con una mujer grande y robusta, para hacer mejores esclavos. Bueno, ¡eso era impío!, como animales. Esa gente son personas, aunque su color sea diferente. ¡Jesucristo murió para salvar a esa gente! Son tan humanos como cualquier otra gente. Y ellos pasaban por allí, y un día llegó allí un comprador y él le dijo a un dueño de una plantación: “Me gustaría ver cuántos esclavos tienes”. Dijo: “Tengo alrededor de cien”. Y salió allí. Y los esclavos alejados de su hogar, estaban tristes. Ellos sabían que nunca verían a papá y a mamá otra vez. Ellos nunca más verían a sus hijos. Ellos–ellos cogían látigos y los azotaban para hacerlos trabajar. Y él se fijó que a un hombre joven allí, ellos no lo tenían que azotar; con su pecho hacia afuera, y su rostro erguido, caminaba con orgullo. Y así que ese comprador dijo: “Me gustaría comprar ese esclavo”. “Oh”, él dijo: “El no está de venta”. El dijo: “Oye”, él dijo, “¿es–es él patrón de los otros?” El dijo: “No, él es un esclavo”. El dijo: “Quizás tú lo alimentas a él diferente que a los otros”. Dijo: “No, todos ellos comen juntos allá en la cocina”. Dijo: “¿Qué lo hace a él tan diferente de los otros? ¡Qué cosa!, él está ahí listo para trabajar. Uno no lo tiene que azotar; él está ahí trabajando todo el tiempo”. Dijo: “¿Por qué es eso?” El dijo: “Yo también me preguntaba, hasta que me di cuenta”, dijo, “que allá en su tierra natal, su padre es el rey de la tribu, y aunque él es un extranjero alejado del hogar, él sabe todavía que es el hijo de un rey, y él se comporta como uno”. ¡Aleluya!

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