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Poseyendo Las Puertas Del Enemigo MP3 - William Marrion Branham

59-1108

Cita del Mensaje de William Marrion Branham:
El era la Simiente Real. Nadie podría poseer esas puertas sino El. Todos aquellos allá atrás fueron sombras de Su venida. Pero cuando El vino, concluyó toda la batalla. La batalla fue consumada en Getsemaní y en el Calvario. Y ahora solamente nos paramos como vencedores. Y no hay más guerrear. Nosotros... La batalla ha terminado. Simplemente lo poseemos, el título abstracto a esto. Una garantía escrita por Dios, nuestro Padre, Quien levantó Su mano, y dijo: "Yo juraré por Mí mismo que su Simiente poseerá la puerta del enemigo". Allí está. Ya fue tomada. "El fue herido por nuestras transgresiones. Por Sus llagas fuimos nosotros curados". Ya ha sido hecho. Es una obra consumada. Nosotros sólo la poseemos. "Y las obras que Yo hago, vosotros también haréis". El Rey está con nosotros en esta mañana. Sus grandes bendiciones, el Espíritu Santo, moviéndose sobre nosotros. Para sentir de ese glorioso sentir, para saber que está exactamente en línea con la Palabra de Dios. Nos da una consolación tan maravillosa, saber que—que Dios es nuestro Padre.

Ahora, yo creo, ¿repartió él-él tarjetas de oración esta mañana? Yo le dije, muy bien, que si no había más que sólo las personas del tabernáculo, pues, que no repartiera tarjetas de oración. Pero si había—había por lo menos como diez, quince personas, o algo, de visitantes, pues, que diera tarjetas de oración, para que pudiéramos traerlos y orar por ellos. ¿Cuántos son visitantes con nosotros esta mañana? Levanten su mano. ¡Oh, vaya! Seguro. Hay quince o veinte de ellos. Muy bien. Pondremos en línea estas tarjetas de oración y los traeremos a la plataforma. Vean, la razón que yo dije eso de las personas del "tabernáculo", ellos aquí están.

Este discernimiento. Recuerden, yo estoy diciendo esto. El discernimiento pronto llegará al fin. Habrá algo mucho mayor y mucho mejor, que está en camino. Allí había, de lo que yo sé, ¿ven? ahora mismo estoy mirando a dos hermanos, que estaban parados conmigo ayer, cuando eso aconteció, ¿ven? y el día antes, cuando aconteció. Y con eso ya son tres veces seguidas, que ha acontecido, una confirmación que eso está ahora mismo a la mano, ¿ven? está listo para acontecer.

Ahora, Señor, Tú eres Dios, y nosotros somos Tus siervos. Te damos gracias por Tu Palabra, por el Espíritu Santo Quien ha bendecido nuestros corazones. Y ahora estamos contentos. Estamos sentados aquí, sabiendo que somos vencedores. Nosotros ya poseemos todas las puertas del enemigo. Ha sidon dado a nosotros, y tenemos la llave maestra en nuestra mano. El Nombre de Jesucristo abrirá toda puerta del enemigo. Tomen ustedes esta llave del Nombre de Jesús, y abran toda puerta del enemigo que los tiene atados y alejados de cualquier promesa.

Y Dios, esta mañana venimos en el Nombre de Jesús, con esta llave, para abrir las puertas para los enfermos y los afligidos. Porque está escrito en—en Su Palabra: "En Mi Nombre echarán fuera demonios. Hablarán nuevas lenguas. Y si levantaren sepientes, o bebieren cosa mortífera, no les hará daño. Pondrán sus manos sobre los enfermos y sanarán". Sabemos que esas cosas son verdad. Y concede, este mañana, Señor, que ellos, la gente sea capaz de ver que a través de la manifestación de la Palabra hecha carne y morando entre nosotros, que: "El fue herido por nuestra transgresión, por Sus llagar fuimos sanados". Y que ellos lo acepten y sean sanados, esta mañana, de todas sus enfermedades y malestares y problemas. Lo pedimos en el Nombre de Jesús. Amén.

Teddy, toca por favor, Sólo Creed, suave y lentamente, por favor.
¿Y qué? ¿Comenzaron desde uno? Tarjeta de oración número uno. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, o las que hubieran. Muy bien. Silenciosamente, si pueden, levántense, vengan por este lado.
Veamos, número uno, número dos. ¿Quién tiene la tarjeta número uno? Sí. Número dos. Muy bien, señor. Número tres, número cuatro, número cinco, número seis, número siete, número ocho, número nueve, número diez.

Mientras ellos están llegando y tomando sus posiciones aquí de pie, me gustaría hacer esta pregunta a los demás. ¿Cuántos hay aquí, personas del tabernáculo, que estén enfermas? Personas del tabernáculo, levanten su mano. Como cinco... o cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Ocho o nueve manos. ¿Hay alguien aquí en el tabernáculo, que no es de aquí del tabernáculo, que están de visita con nosotros, que quizás hubiesen llegado después del comienzo del servicio y no recibieron una tarjeta de oración? ¿Levantarían su mano? Cualquiera que tenga una necesidad de Dios, que no es... que—que no asiste a este tabernáculo. ¿Algunos que estén aquí que no son miembros de este tabernáculo, y—y sin embargo están enfermos y no tienen tarjeta de oración, y desean ser recordados en oración? ¿Pudieran levantar la mano, toda persona? Muy bien. Eso está bien. Muy bien.

Ahora, yo voy a pedir que sean tan reverentes como puedan, por sólo unos—sólo unos pocos momentos, y entonces comenzaremos inmediatamente, daremos comienzo. Ahora veamos. ¿Cuánto lugar te queda allí Billy? Muy bien. ¿Ya tienes allí el número diez? Yo llamé del uno al diez.

Once, doce, trece, catorce, quince, que ellos se pongan de pie. Si están, número diez, once, doce, trece, catorce, quince, que se pongan de pie. Muy bien. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce. Faltan como dos más, del uno al quince. Quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte.

Oh, esperen un momento. Yo—yo le dije a él que sólo diera tarjetas de oración a personas que no fueran del tabernáculo. Eso es correcto. ¿Ven? Porque sería, vean, el discernimiento. La gente diría: "Estas personas vienen aquí al tabernáculo". ¿Ven? Yo—yo les estoy diciendo. ¿Cuántos han estado aquí... nunca han estado aquí antes? Veamos su mano, los que nunca han estado antes en una de mis reuniones. Muy bien. Muy bien.
Ahora, muy bien, sólo un momento, Hermano Teddy.

Ahora, quizás yo diría esto, me supongo que todos ustedes han escuchado de las reuniones, cómo eso acontece, todos los que han estado en las reuniones. ¿Ven? Cuando nuestro Señor Jesús estuvo aquí en la tierra, El no reclamó ser un sanador. Ciertamente El era la Simiente de Abraham, y El tenía la promesa con El. El dijo que no hacía nada hasta que el Padre se lo mostrara. ¿Es correcto eso? [La congregación dice: "Amén".] Y El dijo: "Yo no puedo hacer nada hasta que el Padre me muestra qué hacer". Y El lo vio por... No fue "hasta que El Padre me dice". "Hasta que el Padre me muestra". San Juan 5:19: "Lo que veo al Padre hacer, eso lo hace el Hijo igualmente".

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